L�zaro
Dom�nguez Gallego
Breviario
del olivo
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�breme, Dios, los labios y mi boca
pronuncie la alabanza del olivo,
el �rbol ancestral de los afanes
m�s honrosos, m�s nobles y benditos;
el �rbol de los sue�os cotidianos,
del sudor y del temple campesino;
el signo del trabajo del trabajo y el esfuerzo,
del valor y del recio sacrificio.
�breme, Dios, los labios y mi boca
recite la canci�n, el rezo �ntimo,
al �rbol que nos da en las almazaras
el tesoro m�s puro y cristalino,
el oro virginal de la aceituna,
el sol del condimento m�s nutricio.
�breme, Dios, los labios, porque quiero,
con mi verso m�s claro y m�s preciso,
cantar la sinfon�a blanquiverde,
que en el campo de Ahigal, f�rtil brav�o,
resuena con corcheas de esperanza,
bajo un cielo de azules encendido.
Himno Bajo
este cielo azul que amor derrama
y
abrillanta en las luces abrile�as
vuestras sombras redondas, retorcidas,
mi coraz�n con versos os recuerda,
y encendido de gozo y de ternura,
de pasi�n sosegada, se hace hiedra,
abrazo en vuestro tronco noble y fuerte,
caricia en vuestra savia verdinegra.
Porque siempre fui amante empedernido
de la paz y el amor, - no de la guerra -,
el signo que vosotros d�a a d�a
pregon�is con raz�n a rama abierta,
el signo que os delata venturosos
el nombre que llev�is en la corte.
Salmo Desde
esta lejan�a en que me encuentro,
cu�ntas
veces me acerco hasta tu sombra,
cu�ntas veces te nombro sin palabras,
cu�ntas veces te canto mi salmodia.
Porque t�, viejo olivo, desde siempre,
con tu ser, con los frutos de tu copa,
dejaste entre los surcos de mi mente,
grabada la belleza que te adorna,
la serena humildad que te enaltece,
el zureo coral de tus palomas,
esa paz que respira tu silencio,
y esa hermosa nobleza que decora
la robusta epidermis de tu cuerpo,
hecha de a�os, de inviernos y de historia.
Mis ojos contemplaron muchos �rboles,
se extasiaron de luz ante las rosas,
calibraron la altura de los �lamos,
temblaron de emoci�n ante las olas,
vieron crecer almendros suntuosos,
gozaron con la encina y con la fronda
de los sauces que al margen de los r�os,
melanc�licos, l�ricos, sollozan;
sangraron de fulgor con los cerezos,
resbalaron de amor sobre las cosas
que se visten de tiernos vegetales
y que el sol con sus rayos acrisola.
Pero nada tan puro y comparable
con el gozo de verte en cada loma,
se�or de las alturas soleadas,
bas�lica de p�jaros y t�rtolas,
en hermoso escuadr�n de gallard�a,
alumbrando la paz a la redonda.
Salmo Gracias
te doy, Se�or, por el olivo,
por
la luz ancestral de su corteza,
por esa rubia luz que su nobleza
nos depara amoroso, nunca esquivo.
Como una verde ofrenda, �rbol votivo,
toda la hermosa luz de su belleza,
toda su robustez y fortaleza,
nos la entrega hecha aceite, lampo vivo.
El fruto de su sangre nos alienta,
nos cura las heridas y alimenta
este cuerpo que canta en su alabanza.
El fruto de su sangre sin mancilla,
oh milagro de amor, oh maravilla,
enciende nuestro mundo de esperanza.
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